Este 15 de abril se cumplen 68 años del trágico accidente aéreo en el que perdió la vida Pedro Infante, ícono de la cultura mexicana y apasionado aviador. Más allá de su legado como actor y cantante, Infante fue también un piloto comprometido, con licencia comercial, y miembro activo de la comunidad aeronáutica de su tiempo.
Aquel lunes de 1957, Pedro despegó desde Mérida a bordo de un Consolidated C-87 Liberator Express, una aeronave de carga adaptada. Minutos después del despegue, el avión se accidentó en las inmediaciones del centro de la ciudad, causando su muerte y la de los demás tripulantes. Las investigaciones de la época apuntaron a una falla mecánica, aunque los detalles nunca quedaron del todo claros.
Para el gremio de la aviación, su muerte no solo significó la pérdida de una celebridad, fue la despedida de un piloto respetado, alguien que encontraba en el cielo la misma libertad que transmitía en la pantalla. Volar no era un capricho para él, Infante estudió, se formó, obtuvo su licencia de piloto comercial, y solía pasar largas horas en hangares, revisando motores, planificando vuelos, y aprendiendo de mecánicos y aviadores.
A lo largo de su vida, combinó su carrera artística con su amor por la aviación. Era frecuente verlo pilotar sus propios vuelos y participar en operaciones de transporte ligero. Su vínculo con el aire era tan genuino como su voz.
Hoy, en su aniversario luctuoso, lo recordamos no solo como el “ídolo de Guamúchil”, sino como el capitán que también surcó los cielos con pasión y valentía. Su legado permanece, no solo en discos y películas, sino también en el corazón de quienes compartimos el amor por volar.


Imágenes: Posta