Comenzamos un nuevo año, deseando de corazón que sea uno de verdad muy bueno para toda la industria aeronáutica, porque francamente ya se lo merece ¿o no? Pero parece que los buenos deseos no son suficientes y en la aviación nunca se puede bajar la guardia.
Como ejemplo está la horrible colisión entre un Airbus A350 de Japan Airlines y un bimotor De Havilland Canada (Bombardier) Dash 8 MPA de la Guardia Costera Japonesa, ocurrido el pasado 2 de enero en plena pista del aeropuerto de Haneda, en Tokio, la que si bien no fue una tragedia descomunal gracias a la providencia (y a la envidiable disciplina y actuación de la tripulación y pasajeros del Airbus), sí nos mostró una vez más los peligros de los factores humanos que acechan en todo momento a la aviación, pues un descuido de los pilotos o del control de tránsito aéreo puede resultar fatal. Los 367 pasajeros y 12 tripulantes del avión comercial afortunadamente salvaron la vida, quedando las pérdidas humanas reducidas a cinco de las seis personas a bordo del avión de la Guardia Costera, el cual aparentemente incursionó sin autorización en la pista cuando el Airbus estaba aterrizando. Es muy lamentable y triste que cinco miembros de la Guardia Costera de Japón hayan fallecido en este accidente, pero tomando en cuenta la cantidad total de almas que iban entre ambos aviones (385) y el incendio infernal que desató la colisión, no cabe duda de que fue una gran suerte el que no tuviéramos que lamentar una tragedia de terribles proporciones.
Pero los sustos no quedaron ahí y apenas tres días después el pánico se apoderó de los 171 pasajeros que viajaban en un Boeing 737 MAX 9 de Alaska Airlines, entre Portland, Oregon y Ontario, California, cuando una porción del fuselaje se desprendió dejando un impresionante boquete que ocasionó una descompresión no controlada y obligó a regresar al aeropuerto de origen, para efectuar un aterrizaje de emergencia.
Lo que se desprendió del avión, por cierto uno nuevecito con apenas 145 horas de vuelo y dos meses desde que salió de la fábrica (número de serie 67501), fue una especie de «tapón» que va fijo con pernos en medio del fuselaje en lugar de una puerta de emergencia opcional, misma que se usa en aviones configurados con un número de asientos mayor y que requieren por norma poder garantizar el desalojo de todos los pasajeros en un tiempo límite.
Este «tapón» para la puerta es fabricado por un proveedor externo de Boeing y, como es lógico, su escandalosa falla ha provocado innumerables reacciones, desde la obvia puesta en tierra de los aviones con la misma configuración para ser rigurosamente inspeccionados, hasta el inevitable golpe en la Bolsa al valor de las acciones de Boeing y las otras empresas y aerolíneas involucradas.
Los aparatos sujetos a la revisión de los «tapones» y sus pernos varían según la fuente, pero el total de 737 MAX 9 en servicio es de 215 ejemplares y al menos 175 de ellos fueron inmovilizados de inmediato por las autoridades estadounidenses (FAA), mientras que otras aerolíneas de diversas partes del mundo han hecho lo propio, como AeroMéxico, que tiene 19 de estos aviones y que ya están siendo revisados a fondo.
Este nuevo capítulo en la novela 737 MAX me parece increíble, pues después de la crisis sin parangón tras los accidentes de Lion Air (2018) y Ethiopian Airlines (2019) que derivó en la puesta en tierra de la flota mundial de este tipo de aeronaves por más de 20 meses, causando pérdidas directas a la industria aérea por más de 20 mil millones de dólares, podíamos decir que el Boeing 737 MAX es el avión más extensamente revisado de la historia, habiéndose trabajado ampliamente en su rediseño y en todos los aspectos técnicos que hubo que cubrir, para poder permitir a los aviones recobrar su aeronavegabilidad a nivel mundial tras tanto tiempo sin volar, aunque ahora los sucesos nos recuerdan que nunca nada es suficiente en materia de seguridad aérea y jamás debe darse algo por sentado en este tema.
Afortunadamente los profesionales de la aviación fortalecen constantemente las prácticas de excelencia en mantenimiento, capacitación y seguridad operacional, logrando una capacidad nunca antes vista para reaccionar globalmente y aplicar las medidas necesarias para prevenir accidentes. Las estadísticas lo comprueban, la aviación es cada vez más segura y estoy convencido de que el avión será el transporte medular y más rentable en este siglo.
De este tropiezo el 737 MAX saldrá aún mejor verificado y más confiable, mientras que toda la aviación seguirá aplicando las lecciones aprendidas y los diseños, sistemas y procedimientos serán cada vez más efectivos. Obviamente no estará exento de contratiempos y dificultades, pero aún creo que el 2024 será un mejor año para la industria aérea, porque más que buenos deseos, todos sus integrantes están trabajando con gran tesón para que así sea.
Saludos
Héctor Dávila