Para muchos nos sigue resultando perturbadora la incógnita del porqué se puedan dar fallas de calidad tan graves en una industria en la que, tradicionalmente, se presume cumplir con los más altos valores técnicos, como se supone que es la aeroespacial.
Desde el defectuoso sistema MCAS del 737MAX, hasta la problemática puerta «tapón» del mismo avión, pasando por constantes tropiezos en el desarrollo de modelos como el 777X, e incluso broncas con proyectos que parecían de ensueño, como el que tenía con Virgin Galactic, la legendaria firma Boeing no ha parado de sufrir, tanto en su prestigio como en su economía, a niveles que no habíamos siquiera imaginado, con supuestas fallas en los estándares de calidad, tanto en procesos de fabricación como de certificación, que no dejan de ser preocupantes.
Pero si bien es la que acapara los principales titulares, no solamente Boeing sufre de este tipo de problemas, pues también el consorcio europeo Airbus se ha visto afectado por alguna falla de importancia en alguno de los innumerables componentes que utiliza, como ha sido el reciente y costoso asunto de los motores Pratt & Whitney de su exitoso A320neo.
Habrá quien sostenga que este tipo de situaciones técnicas han afectado desde siempre a la industria aérea, pero creo que si tomamos en cuenta el avanzado estado de la tecnología actual, lo refinado de los sistemas, junto con la generosa demanda creada por el enorme crecimiento del transporte aéreo comercial, resulta muy difícil aceptar que este tipo de fallas puedan ser consideradas algo «natural».
Entonces ¿por qué tanto problema en la aviación? ¿Por qué parece que directivos y autoridades se han confiado en lo referente a la supervisión de la calidad?
Una hipótesis apunta a que la actual configuración del negocio de la fabricación de aviones pudiera ser culpable en buena parte de estos tropiezos, ya que en otros tiempos, no muy lejanos, existía una amplia variedad de fabricantes, lo que significaba un entorno competitivamente más sano, donde eran más los profesionales técnicos involucrados en la dirección de las diferentes y muy variadas empresas aeroespaciales, mientras que ahora son un pequeño grupo de financieros los que dirigen gigantescos entes, producto de las fusiones de la mayoría de las empresas anteriores, a quienes parece importarles más los números en Wall Street que los productos en la línea de montaje.
De ser así, entonces esta situación se estaría fraguando desde hace dos o tres décadas, cuando comenzó a consolidarse el gran duopolio de la aviación comercial mundial, con Airbus por un lado aglutinando a las principales empresas europeas y canadienses y Boeing, por el otro, haciendo lo mismo con las de Estados Unidos (recordemos que la norteamericana incluso intentó, sin éxito, hacerse con el control de Embraer).
De haber algo de razón en esta hipótesis, podríamos pensar que las condiciones propicias para que se dieran muchos de los problemas que sufre Boeing son producto de que en la empresa, a lo largo de los años, gradualmente se fueran priorizando necesidades financieras sobre los aspectos técnicos, algo que puede parecer un riesgo común cuando una empresa con dirección orientada al desarrollo tecnológico se hace gigante y pasa a manos de meros administradores, los que tienen una mentalidad más orientada a las finanzas.
Sin embargo, me parece que ahora la pregunta más importante es: ¿se podrá corregir el rumbo y mejorar la calidad en la industria aeroespacial?
Obviamente el camino actualmente para Boeing es cuesta arriba, mientras su desgracia en cierta forma creo que beneficiará comercialmente a su rival europeo, pero lo más destacable es que todo lo ocurrido es también una especie de muy duro «jalón de orejas» para todos los interesados, con lo que se está replanteando por todas partes la forma de supervisar más rigurosamente los procesos de diseño y manufactura de los componentes aeronáuticos, pero en especial, se ha evidenciado también la responsabilidad de las autoridades aeronáuticas en la supervisión y certificación, por lo que es de esperarse que sean más eficientes en su desempeño, lo que sin duda será de vital importancia para hacer los cielos mucho más seguros.
Al menos ahora estamos bastante más conscientes de que en un negocio de tecnología aeroespacial, los aspectos financieros no pueden estar por encima de los técnicos y mucho menos de los procesos de certificación.
Saludos
Héctor Dávila