No deja de lloverle sobre mojado a Boeing con los tropiezos de su 737 MAX, algo irónico si consideramos que, comercialmente hablando, justamente el modelo 737 es su producto más exitoso, pues se han fabricado más de 11,600 de estos aviones, cifra que lo hace también el tipo de jet de pasajeros más prolífico de todos los tiempos, aunque su archirrival, el Airbus A320, ya lo haya superado en pedidos desde el año 2019 y esté ya muy cerca de rebasarlo en entregas, con 11,234 aviones fabricados al cierre del 2023. También irónico resulta pensar que quizá todos los problemas ocasionados por el 737 se hubieran evitado simplemente olvidándose de él y diseñando un avión totalmente nuevo para reemplazarlo. Lo sé, esto es algo que se dice muy fácil pero que puede parecer casi imposible, especialmente considerando que aún hay pedidos vigentes por más de 4,780 aviones MAX, pero precisamente solo un titán del tamaño de Boeing sería capaz de realizar tal hazaña en la actualidad. Recordemos también que en el momento álgido de la crisis del MAX hubo críticas contra Boeing, por haber decidido «exprimir» al máximo el diseño del 737, en vez de desarrollar un avión totalmente nuevo, para mantenerse competitivo frente a la familia A320.
Sin duda la triste y bien conocida problemática de los 737 MAX, que ocasionó la puesta en tierra de la flota durante 18 meses, golpeó muy duro a Boeing y ha contribuido a que pierda popularidad entre algunos usuarios, lo que al mismo tiempo ha favorecido al consorcio europeo Airbus en una medida que, aunque difícil de cuantificar, me parece que claramente existe y ahora todavía más, con la nueva caída a la lona del gigante norteamericano por causa de la mentada puerta/tapón que se le salió, en pleno vuelo, a un 737 MAX 9, el pasado 5 de enero.
La erosión sufrida en la imagen corporativa de Boeing me parece que será mucho más difícil de arreglar que la supuesta falla de los pernos o tornillos de dicha puerta/tapón y su defectuosa implementación, que tal vez hasta requiera de un rediseño, pero más allá del costoso tiempo que estén parados los 737 MAX 9, sumando pérdidas a las furibundas aerolíneas que los necesitan urgentemente ver volando, sigo pensando que el proceso nos dejará al final una industria aérea más segura y capaz.
Pero ¿por qué a una empresa del tamaño y prestigio de Boeing puede pasarle algo como esto, con fallas así de graves en el control de calidad? Una hipótesis reside en que quizá algunas empresas son demasiado grandes y han engordado tanto sus plantillas ejecutivas, que las decisiones por motivos financieros y/o políticos en ocasiones se llegan a imponer sobre los aspectos técnicos, especialmente cuando las juntas directivas parecen estar más interesadas en el desempeño de las empresas en los mercados financieros, que en el óptimo desarrollo de sus productos.
Boeing, que está por cumplir 108 años desde su fundación, es realmente muy grande, pues es una de las mayores exportadoras de Estados Unidos (quizá la mayor en términos de dólares exportados) y se considera entre las 5 mayores compañías de Defensa a nivel mundial, fabricando desde misiles hasta satélites, pasando por helicópteros, jets de combate y por supuesto, aviones de pasajeros para las aerolíneas. Su división de aviones comerciales (Boeing Commercial Airplanes) da empleo a alrededor de la cuarta parte de todos los empleados de «The Boeing Company» (que directamente sobrepasan los 150 mil), teniendo el Grupo ventas anuales por encima de los 60 mil millones de dólares. Obviamente tanto dinero, y lo que implica el desempeño de las acciones en los mercados de Valores de una empresa de tal talla, pueden significar presiones muy grandes para los ejecutivos sobre la toma de decisiones. Sin embargo, para Boeing una de sus caras más visibles ante el público en general es nada menos que su división de aviones comerciales, por lo que es razonable pensar que la buena o mala imagen de sus aviones de aerolínea impactará significativamente en la reputación de toda la empresa, e incluso creo que esto puede afectar en mayor medida el valor de sus acciones en Bolsa, mismo que ya hemos visto caer de inmediato por culpa de este nuevo escándalo del MAX. Sería un caso de estudio muy interesante, el descifrar si en verdad el control de calidad, en los productos aeroespaciales, pudiera verse afectado en proporción al tamaño de las empresas y la influencia de los expertos en finanzas sobre las decisiones técnicas.
Lo que creo que es más preocupante por el momento, es que aún seguimos esperando ver cómo se va a resolver de manera definitiva esta nueva crisis, mientras las autoridades prometen auditorías y revisiones más amplias y estrictas para el fabricante y sus proveedores, como es el caso de Spirit Aero Systems, empresa responsable de las fabricación e instalación de las puertas que generaron el problema, pero sin que quede aún totalmente claro cómo es que este tipo de falla pudo producirse.
En conclusión, pienso que lo que era una sólida imagen corporativa con la trayectoria del 737, con más de medio siglo de éxitos a cuestas, parece que se ha deteriorado enormemente con tantos problemas durante los últimos cuatro años, al grado que se ha hablado hasta de un posible cambio de nombre al avión, para tratar de enterrar el descrédito asociado a la marca MAX, pero quizá la verdadera solución a todos los problemas que ha traído la última versión del 737 a Boeing sea casi utópica, como mencioné al principio: diseñar y construir un avión totalmente nuevo, que pueda competir mejor contra lo que viene de Europa. ¿Será posible?
Saludos
Héctor Dávila